Comenzar un proceso de adopción no es una decisión que se pueda tomar fácilmente. No todo el mundo está preparado para ello, de ahí la vital importancia de que los solicitantes reciban una formación adecuada y sean sometidos a duras pruebas por parte de psicólogos y trabajadores sociales.
La infertilidad es un golpe difícil de asumir, pero hasta que no está completamente superado no se puede recurrir a una adopción, porque nunca pueda prosperar una relación entre un niño y su familia adoptiva si realmente no existe un fuerte amor, que no es lo mismo que la necesidad de ser padres cómo sea. Tampoco podemos confundir la adopción con un acto solidario, con este pensamiento tampoco puede funcionar la familia adoptiva.
De ahí la importancia, de que la adopción sea un proceso asimilado, un proyecto de vida que realmente deseen los adoptantes. Los problemas importantes no suceden cuándo el niño es pequeño sino cuándo el adoptado crece y se da cuenta de que hay una parte de su vida que desconoce y se pregunta que habría sido de él en su país de origen. Necesita buscar una identidad que tal vez nunca encuentre. Ante esta situación, los padres no pueden hacer otra cosa que apoyar a sus hijos en la búsqueda y darles todo el amor del mundo para que nunca se sientan desprotegidos.
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